Era una mariposa,
que era muy hermosa
y era tan linda
como una guinda.
Era pequeña,
como una hoja
y tan graciosa
como una osa.
Un día se encontró
una gran flor
y le preguntó:
¿Eres el buen Dios?
Sí, contestó
el alma se le abrió
cuídame
porque soy el gran Dios.
Patricia Suárez Medina
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